A priori, es complicado saber qué tienen que ver las amortizaciones con los deterioros de valor, pero realmente se encuentran dentro del mismo grupo, del de los activos no corrientes. Pero, ¿qué significa este término? Engloba a todos los activos de una empresa que no se hacen efectivos en un periodo superior a un año, es decir que tienen una vida útil superior al año. Son duraderos y poco líquidos, porque se necesita tiempo para convertirlos en dinero efectivo.
Las amortizaciones se sitúan en esta categoría, aunque se definan como pérdida de valor o depreciación de carácter irreversible de un activo no corriente, muchas entidades, sobre todo pymes, realizan dichas amortizaciones según dice la Ley 27/2014 del Impuesto sobre Sociedades.
Si una empresa ha aplicado hasta ahora los antiguos coeficientes de amortización establecidos en la Ley de Impuesto sobre Sociedades y ahora tiene que aplicar los nuevos, dicha modificación generará un cambio en la vida útil de los inmovilizados, el cual debería tratarse como un cambio de estimación.
Mientras que, los deterioros de valor, tienen que ser considerados por la empresa al cierre del ejercicio analizando cómo están valorados en el mercado los elementos. Es un gasto del ejercicio al igual que la amortización y, debe aparecer en la Cuenta de Pérdidas y Ganancias.
Hay que tener en cuenta que, si se dota un deterioro, la nueva base de amortización del bien será el valor de adquisición o coste de producción por el que se encontraban contabilizados menos dicho deterioro. Entonces habrá que corregir la cuota de amortización que se venía realizando mientras que no haya reversión en el deterioro.
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